El infierno de los menores tutelados: «Vi cómo violaban a una niña pero no dije nada por miedo»
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Tras doce años dando tumbos por los centros de acogida de menores tutelados por el Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales (IMAS), Paco Cortés, ahora mayor de edad, relata el infierno que ha padecido a lo largo de estos últimos tres años alojado en un centro social de la calle Manacor de Palma.
“Me han llegado a tener días y días en una silla castigado por no querer tomar un medicamento que me dejaba tirado”, asegura este joven palmesano, que denuncia que bajo la tutela del IMAS “nunca» le llevaron «a un médico de cabecera».
«Siempre iba a la misma psiquiatra a la que visitaba, con una educadora al lado, para que me mandara esas pastillas porque decían que yo era hiperactivo. Si no me las tomaba, me castigaban sin comer o sin cenar, y si no estudiaba, también era un acoso continuo”.
Cuando había problemas con algún chico que se ponía agresivo, no había contemplaciones por parte de los educadores, según Cortés. “Pegarnos lo hacían por nada, para así provocarnos y poder darnos más fuerte. Se piensan que un piso tutelado es una cárcel y que nosotros somos una mierda, y por eso nos decían que ellos eran los reyes”.
Asegura que los menores no denuncian al IMAS «porque sería peor. Los chicos tienen miedo porque están abandonados y nadie les ayuda en nada. Ese centro (de la calle Manacor) es una mafia, tendría que estar cerrado, aquello es una locura”, lamenta este joven palmesano. Además, relata que “cuando un educador te hace alguna lesión, no te dejan salir a la calle. Esperan hasta que no tengas heridas, ni huellas, para poder denunciar”.
En la mayor parte de los casos, el medio centenar de menores tutelados de este centro, conocido por los internos como 4×4, son andaluces y rumanos, ingresados por las noches en habitaciones cerradas a cal y canto, «con barrotes en las ventanas» para evitar que se escapen, sin aire acondicionado, ni ventiladores “y con la llave echada”, afirma.
Por ello, Cortés no tiene duda en calificar a muchos de los educadores de ese espacio como «unos abusones». «Es un maltrato psicológico diario», asegura Cortés, que estuvo tres años allí y que se fue del centro «con una mano adelante y otra detrás, sin ayuda alguna», lamenta.
“Si no fuese por mi padre, estos tres años habría ido desnudo porque el centro del IMAS no te da ropa alguna. Se supone que tienen tu tutela para cuidarte porque se la quitaron a mi familia”.
También fue testigo de la violación de una niña, que «no quiso decir nada por miedo, pero esto lo saben todos los niños de ahí. Si te enfrentabas a ellos te quitaban las visitas de tus familiares, pero sin explicarles nada”.
En estos momentos, Paco cuenta con la colaboración de la asociación de defensa de la infancia Ardip, que le está dando apoyo para poder recuperarse y rehacer su vida. «Me hicieron daño físico y moral. Vivo con una sensación de angustia e insomnio porque ya no tomo esas pastillas que tanto daño me han hecho».